Vuelta a las andadas.
Todo empezó con un accidente, y en accidente terminó, con trozos rotos tirados por cualquier rincón. Y uno a uno los recojo, lloro, los arropo y los guardo. Una sonrisa, con luz suficiente para alumbrarme días. Un morrito dulce, con ternura para acallar las amarguras. Una lágrima sincera, capaz de romper mi orgullo y compartir tristezas.
Uno a uno van cayendo, tesoros del pasado, dentro de una caja con nuestros nombres. Ahí va nuestro primer viaje, los dos niños y traviesos, frío fuera y calor dentro, juntos y apretados. Ahí una noche de espera, por la guagua tardía, en un abrazo eterno que todavía no termina. Se suceden noches de alcohol y pasión, de diversión y enfado, pero sobre todo de miradas cómplices y de un amor mal acabado.
Preocupaciones, ambiciones, ilusiones; ahora sin dueños, se deshacen en jirones, azuzados por el tiempo. Y en el centro de todo, insufrible, inamovible, estás tú... O lo que me dejaste de ti. ¿Por qué no te llevaste eso también?
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