5 de julio de 2008

Espiración.

El cursor parpadea en la pantalla de mi editor de textos, incansable, mirándome acusadoramente, como resuelto a decir que abandone, hoy no es tu día parece anunciar entre gestos binarios. Ahora estoy, ahora no, y las letras que no aparecen. Vacío, el concepto, poderoso entre titanes, siempre ha evocado en mi mente mares de oscuridad, inacabables y terribles. Sin embargo, ahora vacío es blanco, blanco inmenso. Enfurece, calla con el silencio, se impone por encima de la voluntad y de la fantasía. Asociamos el blanco con la pureza; a mí, ahora, me parece de todo menos puro.


Tarde tras otra van cayendo las hojas, blancas y vacías, ausentes de vida. Y yo con mi cursor, que me mira con gesto lastimero, aunque sepa que no deja de ser solo un cursor, no puedo reprimir un leve sentimiento de asco y culpa. Con esfuerzo absurdo empiezo a imprimir palabras vacías, una tras otra, sin coherencia ni motivo. Ahí donde antes adivinaba sin esfuerzo el lugar del concepto, ahora solo hay blanco, blanco inmenso. Enfurece, calla con el miedo, llama a la nostalgia y a recuerdos pasados, en su momento brillantes, felices, tristes, emotivos, ficticios, transformistas, efímeros, añorados. Asociamos el blanco con la paz; a mí, ahora, me parece de todo menos pacífico.


Y entre tanto vacío se revuelve el deseo, deseo de escribir, o quizás, deseo de tener a alguien a quien escribir, o quizás, el deseo de escribirte. Por algo hay que empezar, no rendirse ante el vacío, escribir por escribir para, al final de cada párrafo, darte cuenta poco a poco de que el absurdo que todo lo anterior supone representa lo absurdo de tu situación. Solo en medio del vacío te das cuenta de cosas importantes, de lo valiosa que es la esperanza, de lo grandes que son los sueños, del horror que supone perderlos. Y todo esto para decirte, detrás de tanta palabreja lastimera, que no quiero perderte, no quiero olvidarte, no quiero rendirme ante el vacío.

3 de julio de 2008

Y ponerle cara a la libertad...

¿Sabes? De pequeño siempre corría buscando lo que venía después de la lluvia, aquella pequeña joya... Por un tiempo creí que se encontraba en mis manos... Por eso me peleaba tanto... Pero estaba equivocado...

Si hoy puedo avisar al cielo de que pronto será mío, es solo porque encontré aquella pequeña joya...


Ha dejado de llover, y ya he empezado a cojer todo lo que hay debajo del arcoiris...

David D.