21 de abril de 2007

Visiones espectrales

Siguiendo un poco en la línea de las ultimas entradas voy a contaros algo que me ha pasado hoy mismo.

En cierta situación en cierto momento de hoy estaba yo como siempre, pensando en nada, intentando que pasasen los momentos hasta que se me dejase romper el silencio para dar rienda suelta a mi incontinencia verbal. En estas no-cavilaciones andaba cuando un señor mayor ha entrado en donde nos encontrabamos el grupo de gente que alli nos encontrabamos. Este señor venía apoyado en un bastón y en el que parecía ser su hijo. La gente se rió, en parte por lo tardío de su entrada en la estancia, en parte por la lentitud con la que caminaba y en parte por que este señor ofrecía una imagen curiosa. Personalmente yo me quedé fascinado.

Aquel hombre marchito apoyaba sus manos en aquel bastón, y las manos hablaban por sí solas, hablaban de las historias olvidadas que durante los años de su existencia había vivido. Aquellas manos nudosas y recias, se asemejaban a una enredadera que se había dejado demasiado tiempo sin podar, pero que con toda la fuerza de la paciencia habían visto demasiadas cosas y pedían un descanso. Sus ojos miraban furtivamente a los risueños fulanos de antes con una vida que su decrépito cuerpo no dejaba expresar, aquella era la mirada de alguien que mantenía su orgullo bien alto y que solo por estar encerrado en aquella vieja carcasa no dejaría que se lo pisoteasen.

Cuando por fin llegó a su sitio, tomó asiento, y, como la mayoría de nosotros en la vida, pasó el resto del tiempo desapercibido.

17 de abril de 2007

Jugando con Okham.

Hoy tuve un “agradable” paseo con Paquito y la Maga al salir de clases. Coincidimos en la misma ruta para coger la guagua en la estación, así que tuvimos que añadirle a los minutos de convivencia en clase esos minutos de camino a casa. Si ya de por si nuestra actitud dentro del aula es de un absurdo desmesurado (en parte promovido por mí mismo), fuera de ella es un auténtico circo. Como dice Paquito la diferencia de potencial entre la Maga y yo tiende a infinito. Quizás sea por efecto de ese voltaje que tengo la impresión de que estas cosas no deberían estar sucediendo. No hablo del destino ni de chorradas varias... Hablo de una situacion que se ha desarrollado en las sombras, en la que todos hemos puesto nuestro granito y en la que, una vez puesta en marcha, parece que ponerle fin acarrea un trabajo mayor del que se necesitó en su rodaje. Y es que la vida tiene esos detalles que te “enternecen”, la muy puta se empeña en que las situaciones en las que te hayas inmerso se vuelvan lo más complejas posibles. Casi sin darte cuenta te ves con un trajecito del Ku Klux Klan dando una conferencia sobre una posible interpretacion de las tesis de Nietzsche ante un público integrado exclusivamente por negros, o en otras palabras, con la mierda hasta el cuello.


Pero, ¿qué pasaría si no fuera así? En ESdlV, se nos propone lo siguiente:

Hombre y mujer se encuentran. Se saludan amistosamente y proceden a quitarse la ropa a mordiscos mientras ruedan hasta la cama o la mesa de la cocina. Después copulan como si se tratara de los últimos minutos de su existencia y, finalmente, saciados ya de las urgencias de la carne, se cuentan el uno al otro lo que les ha sucedido durante el tiempo en que no se han visto.

De esta forma nos liberaríamos de esos prejuicios insanos que nos abruman y nos centraríamos en las cosas que de verdad importan, en definitiva, la vida sería mucho más sencilla. Es en este punto en el que yo me planteo si las cosas fáciles no acaban aburriendo. Es lo que pasa, por ejemplo, con los videojuegos: activas el modo dios y te lo pasas mientras te sacas un moco o haces alguna otra cosa menos importante; por no hablar de un trabajo de oficina monótono y sin ningún tipo de incentivo, o de llegar al final del trayecto por el camino más corto y sin ningún tipo de incidentes. Sí, hiciste todo eso, ¿y qué?

Admitámoslo, nos gustan las cosas rematadamente jodidas, nos va el reto, nos acabamos complicando la vida y después nos preguntamos qué pasaría si las cosas fuesen mucho más fáciles. Probablemente caeríamos en la comodidad de una vida fácil, en la embriaguez del sedentarismo, en la estupidez del que no se cuestiona si realmente le hace justicia a la vida o que simplemente está esperando al sueño inmortal, seguiríamos sintiendo que nuestra existencia está vacía y no haríamos nada por remediarlo.

Yo, por mi parte, seguiré rindiendo culto a Murphy. Ese aire de dureza le da un encanto casi mágico a la vida, una sensación de apego que te impulsa a vivirla palmo a palmo, por muy celosa que esté de tu felicidad. Por cierto Paquito, me quedo con tu última frase.

Deja que el amor fluya, no lo mecanices; y si surje lucha por su permanencia.

12 de abril de 2007

A aplicarse el cuento.

Hace un par de meses no vacilaba al decir que era feliz. Creía tener la vida bien atada, para que no se escapase con cualquier leve brisa de aire. No puedo decir que lo tuviera todo, siempre hay carencias que más o menos se pueden parchear (que no es lo mismo que arreglar), pero es que, por encima de los problemas que me puedieran surgir, la amaba. Cuando uno es víctima del amor se adquieren superpoderes, uno se ve capaz de cualquier cosa, y si no es de cualquier cosa, por lo menos sí de muchas en las que si estuviera solo no me vería capaz de afrontar. Tenía la sensación de que por muy bajo que cayese estaría ahí para amortiguar el golpe, para consolar el orgullo malherido que me asalta de vez en cuando. Poco a poco comenzaron a encajar algunas piezas del puzle que parecían perdidas y que impedían que me sintiera completo.


Con el paso del tiempo esa persona se convirtió en uno de los escasos pilares de mi vida, no se si por necedad o necesidad, pero el caso es que se volvió un elemento necesario en la arquitectura de mi día a día. Este es quizás uno de los síntomas más convincentes de esa cosa llamada amor, cuando necesitas de ella para que la estructura se mantenga en pie. No sé por qué -probablemente por gilipollas- he dedicado bastante tiempo a describir esta estructura, a clasificar los pilares según la importancia y a tratar de solventar las carencias del diseño. Sin embargo, cuando un pilar falla, en este caso uno importante, se resquebraja desde la base, se desvanece entre polvo y escombros, la estructura completa se resiente, un estremecimiento recorre cada elemento de la construcción y algunos tambien ceden a la presión y sufren sin remedio.


El vacío que queda es sobrecogedor. La seguridad que tenías para afrontar los problemas se desvanece, junto con algunos proyectos que habías esbozado; lo que considerabas importante se vuelve insostenible, la plenitud se vuelve vacío y el vacío tortura. Y es que el sentirse pleno es adictivo, el sentirse feliz es adictivo... Yo me volví adicto a ella. Necesitaba mi dosis, custodiada a la vista de mis ojos, pero inalcanzable. Los efectos de una privación de tal magnitud fueron devastadores en mi persona: te duele todo y nada en concreto, la droga que necesitas se apodera de tu consciencia cada vez que tiene la oportunidad, tu pulso se acelera, el estómago se cierra más aún, respirar se torna una carga de la que no estás dispuesto a hacerte cargo y la existencia... absurda.


Sin embargo, como bien dice David, sin estos malos ratos uno no es capaz de apreciar aquellos momentos en los que me sentí un superhéroe, en los que, a su lado, tenía un poquito más de seguridad en mí mismo, en los que el peso de las cosas se me hizo un poquito más ligero, en los que era feliz. Hoy soy un poquito más sabio, hoy me veo capaz de iniciar de nuevo mi andadura, hoy me veo capaz de reconstruir mis cimientos. Hoy tengo un objetivo, luchar por mi felicidad.


Ya sólo queda darte las gracias por todo y perdonarte. Ya no importa, nunca más. Solo queda callar.

7 de abril de 2007

Otro día más

Otro día más, en las noticias vuelven a aparecer los mismos de siempre vomitando lo mismo de siempre: demagogia, revanchismo, palabras víricas que infectan... ineptitud.

Ambos bandos (todos sabemos cuales) rezuman ansia de poder a toda costa, sin preocuparse de la gente se miente sin escrupulos, como niños pequeños excusandose por una pelea frente a un todopoderoso adulto: empezó él; no, empezó él; yo no fui, fue él... patético. Es desalentador que sin un ápice de sentido común se luche indiscriminadamente por algo creado para ayudar y que hoy en día no hace más que crispar y separar a aquellos que deberíamos estar unidos.

Es desesperante contemplar con impotencia como se juega con la gente... es en estos días cuando te sientes como una pequeña isla rodeada de un mar de estupidez (aunque parezca presuntuoso es así). Es en estos días cuando crees que ya no queda solución para lo que ocurre. Es este día otro día más.