12 de abril de 2007

A aplicarse el cuento.

Hace un par de meses no vacilaba al decir que era feliz. Creía tener la vida bien atada, para que no se escapase con cualquier leve brisa de aire. No puedo decir que lo tuviera todo, siempre hay carencias que más o menos se pueden parchear (que no es lo mismo que arreglar), pero es que, por encima de los problemas que me puedieran surgir, la amaba. Cuando uno es víctima del amor se adquieren superpoderes, uno se ve capaz de cualquier cosa, y si no es de cualquier cosa, por lo menos sí de muchas en las que si estuviera solo no me vería capaz de afrontar. Tenía la sensación de que por muy bajo que cayese estaría ahí para amortiguar el golpe, para consolar el orgullo malherido que me asalta de vez en cuando. Poco a poco comenzaron a encajar algunas piezas del puzle que parecían perdidas y que impedían que me sintiera completo.


Con el paso del tiempo esa persona se convirtió en uno de los escasos pilares de mi vida, no se si por necedad o necesidad, pero el caso es que se volvió un elemento necesario en la arquitectura de mi día a día. Este es quizás uno de los síntomas más convincentes de esa cosa llamada amor, cuando necesitas de ella para que la estructura se mantenga en pie. No sé por qué -probablemente por gilipollas- he dedicado bastante tiempo a describir esta estructura, a clasificar los pilares según la importancia y a tratar de solventar las carencias del diseño. Sin embargo, cuando un pilar falla, en este caso uno importante, se resquebraja desde la base, se desvanece entre polvo y escombros, la estructura completa se resiente, un estremecimiento recorre cada elemento de la construcción y algunos tambien ceden a la presión y sufren sin remedio.


El vacío que queda es sobrecogedor. La seguridad que tenías para afrontar los problemas se desvanece, junto con algunos proyectos que habías esbozado; lo que considerabas importante se vuelve insostenible, la plenitud se vuelve vacío y el vacío tortura. Y es que el sentirse pleno es adictivo, el sentirse feliz es adictivo... Yo me volví adicto a ella. Necesitaba mi dosis, custodiada a la vista de mis ojos, pero inalcanzable. Los efectos de una privación de tal magnitud fueron devastadores en mi persona: te duele todo y nada en concreto, la droga que necesitas se apodera de tu consciencia cada vez que tiene la oportunidad, tu pulso se acelera, el estómago se cierra más aún, respirar se torna una carga de la que no estás dispuesto a hacerte cargo y la existencia... absurda.


Sin embargo, como bien dice David, sin estos malos ratos uno no es capaz de apreciar aquellos momentos en los que me sentí un superhéroe, en los que, a su lado, tenía un poquito más de seguridad en mí mismo, en los que el peso de las cosas se me hizo un poquito más ligero, en los que era feliz. Hoy soy un poquito más sabio, hoy me veo capaz de iniciar de nuevo mi andadura, hoy me veo capaz de reconstruir mis cimientos. Hoy tengo un objetivo, luchar por mi felicidad.


Ya sólo queda darte las gracias por todo y perdonarte. Ya no importa, nunca más. Solo queda callar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

el amor cuando es bueno es el mejor sentimiento que puedas tener, pero cuando va mal...es lo peor que pueda haber

Anónimo dijo...

tambien es cierto que cel amor es un concepto, por lo tanto no puede tacharse directamente de bueno o malo... es algo tan ambiguo e incomprensible que trata de apropiarse el estado de animo actual para cambiarlo cada x tiempo...
pero sí, cuando va mal, lo pasas mal xD