17 de abril de 2007

Jugando con Okham.

Hoy tuve un “agradable” paseo con Paquito y la Maga al salir de clases. Coincidimos en la misma ruta para coger la guagua en la estación, así que tuvimos que añadirle a los minutos de convivencia en clase esos minutos de camino a casa. Si ya de por si nuestra actitud dentro del aula es de un absurdo desmesurado (en parte promovido por mí mismo), fuera de ella es un auténtico circo. Como dice Paquito la diferencia de potencial entre la Maga y yo tiende a infinito. Quizás sea por efecto de ese voltaje que tengo la impresión de que estas cosas no deberían estar sucediendo. No hablo del destino ni de chorradas varias... Hablo de una situacion que se ha desarrollado en las sombras, en la que todos hemos puesto nuestro granito y en la que, una vez puesta en marcha, parece que ponerle fin acarrea un trabajo mayor del que se necesitó en su rodaje. Y es que la vida tiene esos detalles que te “enternecen”, la muy puta se empeña en que las situaciones en las que te hayas inmerso se vuelvan lo más complejas posibles. Casi sin darte cuenta te ves con un trajecito del Ku Klux Klan dando una conferencia sobre una posible interpretacion de las tesis de Nietzsche ante un público integrado exclusivamente por negros, o en otras palabras, con la mierda hasta el cuello.


Pero, ¿qué pasaría si no fuera así? En ESdlV, se nos propone lo siguiente:

Hombre y mujer se encuentran. Se saludan amistosamente y proceden a quitarse la ropa a mordiscos mientras ruedan hasta la cama o la mesa de la cocina. Después copulan como si se tratara de los últimos minutos de su existencia y, finalmente, saciados ya de las urgencias de la carne, se cuentan el uno al otro lo que les ha sucedido durante el tiempo en que no se han visto.

De esta forma nos liberaríamos de esos prejuicios insanos que nos abruman y nos centraríamos en las cosas que de verdad importan, en definitiva, la vida sería mucho más sencilla. Es en este punto en el que yo me planteo si las cosas fáciles no acaban aburriendo. Es lo que pasa, por ejemplo, con los videojuegos: activas el modo dios y te lo pasas mientras te sacas un moco o haces alguna otra cosa menos importante; por no hablar de un trabajo de oficina monótono y sin ningún tipo de incentivo, o de llegar al final del trayecto por el camino más corto y sin ningún tipo de incidentes. Sí, hiciste todo eso, ¿y qué?

Admitámoslo, nos gustan las cosas rematadamente jodidas, nos va el reto, nos acabamos complicando la vida y después nos preguntamos qué pasaría si las cosas fuesen mucho más fáciles. Probablemente caeríamos en la comodidad de una vida fácil, en la embriaguez del sedentarismo, en la estupidez del que no se cuestiona si realmente le hace justicia a la vida o que simplemente está esperando al sueño inmortal, seguiríamos sintiendo que nuestra existencia está vacía y no haríamos nada por remediarlo.

Yo, por mi parte, seguiré rindiendo culto a Murphy. Ese aire de dureza le da un encanto casi mágico a la vida, una sensación de apego que te impulsa a vivirla palmo a palmo, por muy celosa que esté de tu felicidad. Por cierto Paquito, me quedo con tu última frase.

Deja que el amor fluya, no lo mecanices; y si surje lucha por su permanencia.

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