2 de diciembre de 2006

Último viaje.

- Señores pasajeros, les rogamos que regresen a sus asientos y se abrochen los cinturones de seguridad, estamos atravesando una zona de turbulencias, cambiaremos de altitud para localizar una zona más tranquila y segura.


Siento frío, algo me presiona, me llega el aroma de un viento frío y seco. Intento abrir los ojos. Como respuesta recibo un dolor agudo que recorre todo mi cuerpo. Qué desagradable...


La luz sobre mi cabeza se encendió, esa que avisa a los pasajeros que tienen que abrocharse ese trozo de tela que inspira cualquier cosa menos la sensación de seguridad. El ruido de un golpe sordo surgió en la dirección de mi ventanilla, sentí cómo el asiento temblaba bajo mi culo...


Abro los ojos, esta vez no hay dolor. Tengo la cara empapada. ¿Qué es esto? Huele a vómito. ¿Qué ha pasado? No logro recordar...


Había pedido que me colocaran en la salida de emergencia, ya que tienes más espacio para las piernas, y me habían dado sitio al lado del ala. La putada es que tienes que colocar todo el equipaje de mano en el compartimento de arriba para que no estorbe en caso de emergencia, ¡Chorradas! La mayoría de accidentes de avión son por colisión de dos aviones, estés en tierra o en aire la salida de emergencia te va a ayudar poco...


Esa cara... ¿Por qué ahora? La última vez que te ví fué en la guagua... ¡No! En el parque, estabas de espaldas a mi, tu cabello, tu cuello, ese olor... Eras tú sin lugar a dudas. Te diste la vuelta y me sonreiste. Tu mirada cálida, tu gesto afable... En ese instante sentí el deseo de atraparte entre mis brazos...


Cuando observé a qué se debía un escalofrío surcó mi columna vertebral, pude observar como una enorme plancha del fuselaje se desprendía de la estructura y acto seguido el resto del ala se retorció y desapareció en la oscuridad de la noche...


Te acercaste a mi - Hola - me dijiste. Recordé el rato que pasamos juntos la semana anterior - ¿Has pensado en lo que te propuse? - Me pediste que me fuera a vivir contigo, una vida entera juntos... No puedo... ¿Atarme de esa forma a alguien? ¿Con mi edad? Tengo mucho por hacer... ¿Podré llevar bien mis estudios? ¿Qué será del trabajo? No tendré tiempo suficiente para estar contigo y te enfadarás, lo sé, te conozco...


Por unas milésimas de segundo dejé de sentir mi peso. En un instante el asiento tiró de mi hacia un lado con violencia, pude ver las maletas saliendo de los compartimentos, podía oler el miedo a mi alrededor, podía oir el sufrimiento arremetiendo en cada uno de nosotros...


Estoy... ¿Muerto? Todavía no... Tú... Cuánto me arrepiento de haberte dicho que no. Una vida entera se me hace poco. Haces que quiera ser mejor persona, intentar superarme cada día para ser un yo mejor, para hacerte feliz. Contigo pude juzgar la vida en su plenitud, hacer cosas que antes se me antojaban imposibles. Pude disfrutar de tus emociones y vivir de ellas. Pude sufrir tus dolores y por ello quise evitarlos...


Bajamos, bajamos irremediablemente contra un final cierto, cuestión de segundos me dije.


Imbécil.


Tú... Cuanto quisiera haberte dicho que sí.


Cuantas cosas perdí por miedo a perder.

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